Enfrentada con un espinoso dilema, bien seguir los pasos de su padre, finalista del torneo tenístico de Wimbledon, o de su madre, modelo, la violinista neozelandesa Geneva Lewis se ha forjado su propio camino con un estilo propio como música de gran talento artístico, cuyas actuaciones emanan del corazón y llegan corazón. Aclamada por el director de orquesta Nic McGegan como «un nombre a tener en cuenta», destacan, entre la larga ristra de reconocimientos recibos, el premio máximo en el Concurso Concert Artists Guild Victor Elmaleh celebrado en 2020, el primer premio del concurso del Conservatorio de New England (NEC) en 2019, así como finalista en el concurso de Naumburgo en 2018.
Tras su debut estelar, o eso es lo que le dicen, con tan solo 11 años, en compañía de la Orquesta Sinfónica de Pasadena, Geneva ha tocado con la Sinfónica de New Hampshire, la Sinfónica Diablo, la Sinfónica Culver City, así como la Sinfónica y Pops de Pasadena.
Gran apasionada del compromiso comunitario, Geneva fue seleccionada para el programa de becas para conjuntos Community Performances and Partnerships que otorga el NEC, por medio del cual su cuarteto de cuerda creó una serie de programas docentes interactivos para una diversidad de público en la ciudad de Boston.
Actualmente, Geneva está cursando el programa de la diplomatura Artista en Música en el Conservatorio de New England de la mano de Miriam Fried. Durante las vacaciones estivales, ha participado en las sesiones del Instituto Ravinia Steans, las Sesiones Internacionales de Música de Holanda y el Festival de Música de Marlboro, al que regresará en 2021.
Geneva toca un violín construido por Zosimo Bergonzi, Cremona, circa 1770, cortesía de Guarneri Hall NFP y and Darnton & Hersh Fine Violins, Chicago.
Foto: Motti Fang Bentov